
Marca una etapa de cambio, de nacimiento nuevo y de planteo sobre el estado de vida.
Es una evangelización práctica, porque hace vivir la doctrina cristiana a la luz de la Historia de la Salvación.
Resuelve con nueva luz algunos puntos inquietantes para el hombre de hoy: la búsqueda de la felicidad, el problema del mal, la responsabilidad del hombre frente a Dios, a sí mismo y a sus hermanos, el compromiso ante los problemas sociales, la Iglesia en el mundo, etc.
Promueve la vida en el Espíritu: se inicia una sanación interior, se ora por el bautismo en el Espíritu Santo y se comienzan a ejercitar distintos carismas.